La responsabilidad detrás de un fraude cibernético

 



El fraude cibernético se ha convertido en una amenaza persistente y en crecimiento. Un aspecto crucial que a menudo se pasa por alto es la responsabilidad de las empresas en la protección de los datos de sus usuarios. Si las empresas no se tomaran tan a la ligera el perfil de quien dice ser el usuario o el cliente, muchos de estos crímenes cibernéticos podrían disminuir significativamente. Es fundamental señalar que quienes son suplantados o engañados no deberían cargar con la culpa de la mala gestión de los datos por parte de las empresas.

La facilidad con la que los cibercriminales pueden suplantar identidades demuestra la ineficacia de los procesos de verificación actuales. A menudo, una simple llamada telefónica o la presentación de un documento de identidad no son suficientes para garantizar que la persona con la que se está tratando sea quien dice ser. Si se implementaran mecanismos más estrictos de verificación, como la presencia de un notario, sería más complicado para un cibercriminal llevar a cabo sus fechorías. Este cambio podría obligar a los delincuentes a buscar otros métodos, ya que las barreras serían significativamente más altas.

Es fundamental ver el proceso de verificación como un alivio necesario, no como un sacrificio. La implementación de medidas más rigurosas podría significar una disminución de fraudes y un aumento en la confianza de los usuarios hacia las empresas. Es un alivio salir de casa y cerrar la puerta, o ponerse el cinturón al conducir. Estos hechos forman parte de la rutina necesaria para nuestra propia seguridad, es por esto que deberíamos normalizar la ciberseguridad como un pilar básico de nuestra vida digital.

La pregunta es: ¿por qué las empresas siguen optando por mantener procesos más simples a pesar de conocer los riesgos asociados? A menudo, esto se debe a que las empresas no enfrentan las consecuencias de su mala gestión. Ellas ganan al ofrecer servicios y, en caso de un fraude, a menudo son los usuarios quienes deben cargar con la responsabilidad. 

Este enfoque no solo perpetúa una cultura de impunidad entre los cibercriminales, sino que también aumenta la debilidad del ecosistema de ciberseguridad. Si los afectados por el fraude son vistos únicamente como víctimas, el sistema se convierte en uno donde las empresas pueden actuar con impunidad. Se conocen asociaciones de "Afectados por el Ciberfraude", pero raramente se escuchan las voces de "Empresas Afectadas por el Ciberfraude". Además, cuando sufren un ataque, a menudo carecen de transparencia y no ofrecen explicaciones, lo que agrava la situación.

La solución pasa por un cambio en la legislación que obligue a las empresas a asumir su responsabilidad en la protección de datos. Si se demuestra que ha habido un fraude, la empresa debe ser considerada culpable por no haber tomado las debidas precauciones. Esto no solo es justo para las víctimas, sino que también refuerza el ecosistema de seguridad.

Para lograrlo, la educación y la concienciación son fundamentales. Las empresas deben integrar la formación sobre ciberseguridad en su plan estratégico, pero es esencial que haya un marco legal que las respalde. La ciberdefensa debe verse como una responsabilidad compartida, donde la colaboración entre empresas, gobiernos y organismos de seguridad sea clave para proteger a los usuarios.

Además, es vital que la ciberdefensa deje de ser un ecosistema de múltiples empresas compitiendo entre sí. En cambio, debe abordarse como una defensa civil, similar a la policía, donde todos, desde las microempresas hasta las grandes multinacionales, pasando por  los autónomos y usuarios individuales, reciban la protección adecuada. La ciberseguridad no debería ser solo para quienes pueden pagarla; se trata de prevenir, no de controlar sin más.

En conclusión, los datos siempre estarán en la red, y poner "puertas al campo" no es una solución viable. La clave está en garantizar que, incluso con esos datos comprometidos, un ciberdelincuente no pueda actuar en nombre de sus víctimas. Solo así podremos construir un entorno digital más seguro y justo para todos.

En el próximo artículo, explicaré un aspecto crucial que amplía aún más nuestra comprensión de la ciberseguridad: el papel del perfil psicológico en los ataques cibernéticos. Más allá de las vulnerabilidades tecnológicas, entender cómo los ciberdelincuentes manipulan emociones, patrones de comportamiento y sesgos cognitivos nos permitirá comprender las verdaderas dimensiones de la seguridad digital. Porque, al final, la mayor amenaza podría no estar en el código, sino en la mente. ¿Estamos preparados para enfrentar este desafío?

Comentarios

Entradas populares de este blog

El gran engaño: Creer que un CTF o un Máster te hace un experto en ciberseguridad es como creer que guerra es como en el Call of Duty

Competencia vs Apariencia en Ciberseguridad: La Realidad Tras las Herramientas

El constructor importa más que la muralla.