Cuando el sistema falla con una precisión tan quirúrgica, hablar de "casualidad" suena ingenuo.



En sistemas eléctricos modernos, donde hay redundancias, automatización escalonada y supervisión constante, los errores reales no se ven así. Cuando algo se rompe por causas técnicas, suele hacerlo de forma desordenada: algunas zonas caen antes que otras, hay señales previas, los sistemas de respaldo entran como pueden, a veces tarde, a veces mal, pero entran. Lo que no ocurre —o no debería ocurrir— es una caída limpia, sincronizada y total, como si alguien hubiera desconectado exactamente lo necesario para provocar el mayor impacto con la menor intervención.

Esto no es paranoia, es pensamiento crítico. Cualquier infraestructura crítica debe operar bajo una premisa básica: si puede ser manipulada, lo será. Y cuando los síntomas se parecen más a un guión ejecutado con precisión que a un fallo espontáneo, seguir hablando de "casualidad" sin investigar a fondo es simplemente irresponsable.

No es exageración. Es lógica

Pensar con lógica no es sospechar de todo. Es sospechar cuando hay motivos. ¿Y en este caso? Hay muchos:

  • Ya se había detectado oscilación en la red (¿por qué no se actuó a tiempo?).

  • El sistema no hizo la desescalada como debía (¿cómo es que todo el proceso falló en conjunto?).

  • La generación se perdió casi por completo en un solo movimiento (¿eso es casualidad o alguien supo qué cortar?).

  • No hay todavía un informe técnico serio y completo (¿por qué tanto silencio si el fallo fue tan grave?).

En seguridad industrial y análisis forense, el cómo importa tanto como el qué. Y lo que pasó aquí no tiene pinta de error. Tiene pinta de que alguien sabía exactamente dónde golpear. Si no fue así, entonces tenemos un problema aún peor: la estructura crítica de generación eléctrica es vulnerable hasta el punto de colapsar por un fallo perfectamente alineado. Ninguna de las dos opciones es tranquilizadora.

Descartar una intervención dirigida sin una auditoría técnica profunda no es negligencia: es una invitación al desastre

Esto no es una exageración. Es un riesgo país. La infraestructura eléctrica no es solo una red de cables y generadores: es lo que mantiene el país en marcha. Si este evento se trata como un tropiezo menor, si no se hace una auditoría forense completa, si no se revisan los logs, los accesos, los sistemas de protección, las posibles vulnerabilidades digitales y físicas, estamos dejando la puerta abierta para que vuelva a pasar. Y quizá la próxima vez no tengamos tanta suerte.

Una investigación seria debería incluir, como mínimo:

  • Simulaciones precisas del evento.

  • Análisis técnico de SCADA y sistemas de protección.

  • Evaluación de la ciberseguridad tanto en la parte operativa como en la IT.

  • Revisión de amenazas híbridas: geopolítica, sabotaje económico, desinformación.

  • Involucrar actores independientes, universidades, organismos técnicos de fuera del sistema.

Conclusión
Cuando todo falla con una sincronía tan perfecta que parece orquestada, lo menos que podemos hacer es mirar con lupa. Esto no es sembrar miedo. Es sentido común. Porque si no aprendemos ahora, la próxima caída no solo será más grave, sino que quizá ni siquiera tengamos el lujo de discutirla después.

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