El diagnóstico estructural: síntomas crónicos y exposición a Cisnes Negros



La ciberseguridad institucionalizada se presenta como un sistema racional, formalizado, basado en estándares, herramientas, procedimientos y certificaciones. Sin embargo, opera sobre una ficción funcional: que puede controlarse un entorno que, por definición, es incontrolable. La realidad que enfrenta es la de sistemas complejos, interdependientes y abiertos al azar. La ciberseguridad, como práctica, no es antifrágil: es rígida, lineal y reactiva.

1. El síntoma de la linealidad en sistemas no lineales

El primer síntoma crítico es la suposición implícita de que los sistemas se comportan de forma predecible. Taleb lo advirtió con crudeza: en un entorno dominado por la incertidumbre, quien cree en la previsión como herramienta confiable se expone a lo improbable, y por tanto, a lo devastador. Este es el terreno fértil del Cisne Negro.

Los planes de respuesta, las auditorías, los ejercicios de pentesting... todos parten del histórico, no del presente real. Esto crea una ilusión de seguridad que tiene más que ver con la estética del control que con la comprensión del riesgo.

2. Cultura de la estandarización: el simulacro del profesionalismo

El segundo síntoma es la fetichización de la certificación. El sector ha sustituido el pensamiento crítico por el cumplimiento de marcos normativos. Aquí entra Max Weber: la racionalización burocrática lleva a que el individuo profesional se convierta en un engranaje que ejecuta sin pensar. Lo relevante no es ya comprender los sistemas ni anticipar escenarios, sino cumplir la checklist.

Esta cultura produce profesionales que operan con pensamiento binario: sí/no, seguro/inseguro, autorizado/no autorizado. Pierden sensibilidad ante lo ambiguo, lo no definido, lo fuera de manual. En un entorno caótico, esta rigidez mental es letal.

3. El modelo del Red Team como espejo retrovisor

Incluso las prácticas consideradas más “creativas” dentro del sector, como los ejercicios de Red Team, están estructuralmente condenadas a ser reactivas. Lo que hacen es replicar técnicas ya conocidas, siguiendo el mismo principio que la defensa: trabajar sobre lo que ya pasó. Pero los actores hostiles no siguen guiones. Los atacantes verdaderamente peligrosos no se anuncian en Shodan.

Esto significa que, cuando un equipo ofensivo simula un ataque, está interpretando un papel ya escrito. Son actores de una obra que el atacante real ya ha dejado atrás.

4. Psicología del riesgo y negación del caos

La incapacidad para incorporar lo incierto tiene raíz psicológica: el cerebro humano no tolera bien lo caótico. Taleb lo explica con claridad: preferimos una explicación errónea que la incertidumbre verdadera. Por eso el sector prefiere modelos deterministas. Esta tendencia cognitiva está reforzada por una formación técnica hiperespecializada que no entrena a los profesionales para moverse en lo incierto, sino para aplicar procedimientos.

El resultado es una industria con estructuras mentales frágiles, incapaces de adaptarse a lo inesperado.

5. La ley de hierro en los liderazgos del sector

La ley de hierro de la oligarquía, descrita por Michels, se cumple en el ecosistema de ciberseguridad con una precisión quirúrgica. Los líderes del sector —CISOs, expertos reconocidos, formadores— tienden a reproducir el statu quo porque les otorga poder simbólico. Su identidad profesional depende de la existencia de un orden reconocible. Cualquier irrupción real —un fallo masivo, un ataque no previsto, una disrupción tecnológica— no solo amenaza a la organización, sino al relato sobre el que ellos han construido su legitimidad.

Por eso, en muchos casos, los líderes no reaccionan con curiosidad sino con negación.

6. Riesgo existencial y exposición a Cisnes Negros

Todo lo anterior configura un ecosistema expuesto estructuralmente al fenómeno del Cisne Negro: un evento altamente improbable, con gran impacto, y que tras su aparición se racionaliza como si fuera predecible. La pregunta no es si sucederá, sino cuándo.

No hay defensa posible contra un Cisne Negro desde la arquitectura actual del sector. La única respuesta viable es transformarse en un sistema antifrágil: uno que se beneficie del desorden, que aprenda de la sorpresa, y que se reconstruya a partir del fallo.

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