Riesgo existencial y exposición a Cisnes Negros



Todo lo anterior configura un ecosistema expuesto estructuralmente al fenómeno del Cisne Negro, según Nassim Taleb: un evento altamente improbable, con un impacto descomunal, y que tras su aparición se racionaliza como si hubiera sido predecible. Sin embargo, en ciberseguridad, ya no es cuestión de si ocurrirá uno de estos eventos, sino cuántos ya han ocurrido sin que nadie lo sepa.

El problema no es solo la aparición de un Cisne Negro. Es que estamos estructuralmente 4 o 5 movimientos por detrás. Esta brecha no es retórica ni metafórica: es operacional y técnica, y se manifiesta en múltiples niveles del modelo defensivo actual.


1. Modelo reactivo basado en artifacts visibles

Los defensores aún operan bajo un paradigma basado en la recolección de artefactos digitales: logs, indicadores de compromiso (IOCs), hashes, firmas, y rastros en sistemas SIEM. Pero los atacantes más avanzados —incluso sin ser actores estatales— ya no dejan huella. Utilizan:

  • Fileless malware, que vive en memoria RAM y nunca toca el disco.

  • Living-off-the-land binaries (LOLBins), que abusan de herramientas legítimas del sistema operativo (como PowerShell, wmic, o rundll32) para evitar detección.

  • Persistence sin escritura en disco, usando programación de tareas o claves de registro volátiles.

  • Malware polimórfico y técnicas de evasión como process hollowing o stack pivoting.

  • Red Teaming avanzado, donde el adversario replica comportamientos de usuarios legítimos o incluso opera durante horarios de baja supervisión para minimizar correlación.

El resultado es un entorno donde la telemetría tradicional no sirve para detectar los ataques que realmente importan. Las herramientas que forman el núcleo de la defensa —antivirus, EDR, firewalls, SIEM— dependen de evidencias visibles, y por tanto, son ciegas por diseño ante los vectores más críticos.


2. Obsolescencia del conocimiento certificado

Mientras el adversario evoluciona en ciclos de semanas, el conocimiento que se valida en las certificaciones responde a currículums congelados y técnicas del pasado. Se sigue enseñando cómo detectar malware tradicional, cómo leer logs de sistemas que ya están siendo sorteados por canales fuera de banda (como DNS tunneling, HTTP covert channels, etc.), o cómo aplicar controles en infraestructuras que el atacante ya ha convertido en irrelevantes (por ejemplo, ofuscando dentro de entornos cloud mal configurados donde el perímetro no existe).

El conocimiento certificado está optimizado para la auditoría, no para la defensa cibernética.


3. Simulación de defensa: una industria basada en ilusiones

A esto se le suma el fenómeno de "compliance-driven security": sistemas de defensa diseñados para pasar auditorías, no para resistir ataques reales. Esta simulación de defensa genera una falsa sensación de control, justo como describe Taleb en su crítica al fragile risk management: construcciones teóricas que colapsan frente a la realidad caótica de los ataques asimétricos.


Conclusión: No hay defensa posible desde el marco actual

En este contexto, no hay defensa posible contra un Cisne Negro si el marco completo del sistema está construido sobre la ilusión de control, sobre la detección de evidencias visibles, y sobre un conocimiento estandarizado y certificable.

La única salida es volverse antifrágil, es decir:

  • Abandonar la obsesión por la detección perfecta.

  • Favorecer la diversidad de enfoques, la descentralización de la toma de decisiones, y la exposición controlada al fallo.

  • Diseñar sistemas que no solo resistan el caos, sino que aprendan activamente de él y se beneficien del mismo.

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